ya sigo...
Metió dos dedos dentro de mí y empezó a masturbarme. Me iba a volver loca, loca de placer. Subió hasta mi cuello y empezó a darme pequeños bocados. Noté su sexo, ya rígido, rozar mis muslos, no pude evitar gemir. Me penetró y yo arqueé mi espalda, colmada de placer. Enrosqué mis piernas alrededor de su cuerpo mientras él se movia dentro de mí.
-Dios, Marcus me vas a matar de placer... -gemí en su oído.
-Tú si que me vas a matar -me respondió con voz ronca.
Aumentamos el ritmo, ambos jadeabamos, ambos nos deshaciamos en torridos besos, yo sentía que me moría. Arañé su espalda desesperada, necesitaba agarrarme a algo. Al fín los dos alcanzamos el clímax, rompiendo en un sonoró gemido.
-Te quiero... -le dije con la respiración todavía agitada.
Marcus se desplomó a mi lado, él también respiraba entrecortadamente.
-Yo más, pequeña.
Me dio un largo beso. Yo me abracé a él y besé su pecho, agradeciéndole aquella noche. Me quedé dormida en la cuna de sus brazos.